Del tractor al dron: la revolución tecnológica que redibuja la economía agropecuaria argentina

El campo argentino se redefine a través de la tecnología: sensores, satélites y chips impulsan la eficiencia y sustentabilidad, achicando la distancia entre lo rural y lo urbano.


Desde la creación del INTA en 1956, que marcó el inicio de la investigación aplicada al agro argentino, el avance tecnológico ha sido constante. La siembra directa en la década de 1990, por ejemplo, permitió reducir en hasta un 80% el uso de combustible y los costos operativos por hectárea. El impacto económico fue inmediato, aumentando significativamente la eficiencia.

Sin embargo, la siembra directa también trajo aparejado un mayor uso de herbicidas, especialmente glifosato. Esto generó externalidades negativas, impactando en el ambiente con un modelo de monocultivo extendido que contribuyó a la pérdida de biodiversidad y alteraciones en los ciclos naturales del suelo. En los últimos años, frente a estas externalidades, el foco comienza a desplazarse hacia modelos más regenerativos en donde priman las rotaciones más diversificadas y reducción en el uso de insumos químicos.

Con el nuevo paradigma de Agricultura 4.0, promovido por FADA, el agro argentino se reinventa con tecnologías que facilitan la vida de los trabajadores, protegen el ambiente y acercan el campo a la ciudad. Las cosechadoras actuales recopilan datos en tiempo real sobre humedad del grano, rendimiento del terreno y cantidad de cosecha. Esto permite tomar decisiones inmediatas, ahorrar insumos y optimizar los recorridos, incluso sin intervención humana.

Según FADA, las tecnologías digitales permiten hasta 40% menos uso de herbicidas y aumentos de hasta 25% en eficiencia hídrica y de fertilizantes. Robots monitorean la salud de las vacas, comederos inteligentes regulan el alimento de los cerdos y los sistemas de riego aplican la cantidad exacta que cada planta necesita. “El riego de precisión puede incrementar los rendimientos hasta un 85% en maíz y un 62% en soja en la provincia de Buenos Aires”, señala la economista Antonella Semadeni.

Además, las plataformas móviles permiten gestionar desde el celular el estado de los cultivos, organizar la logística y tomar decisiones. Ya en 2022, más del 70% de los productores agropecuarios argentinos utilizaban datos digitales para producir, según una encuesta de la Universidad Austral.

Hoy en día, la búsqueda y aplicación de una mayor sustentabilidad en el agro, se traslada a las ciudades a través de la energía renovable. La soja y el maíz se convierten en bioetanol y biodiésel, y residuos como el estiércol o la cáscara de maní se transforman en biogás y electricidad. “Gracias a los desarrollos tecnológicos es posible hacer un uso mucho más eficiente de los recursos naturales, lo que nos está llevando hacia una agricultura cada vez más sustentable”, destaca Nicolle Pisani Claro, Economista Jefa de FADA.

En este nuevo modelo, incluso el trabajo rural se reinventa. Un día en el campo puede incluir el manejo de drones para detectar malezas, la gestión del riego desde el celular, o el monitoreo de animales mediante chips. “Ya fue la idea de un campo como los de antes, hoy se trabaja con drones y se gestiona desde el celu… mientras te tomás unos mates”, detalla Semadeni en el tercer capítulo de la serie audiovisual Revolución Agro 4.0, realizada por FADA, FADA Joven y Fundación CEEA.

Más allá de la productividad, este ecosistema digital permite unir ciudad y campo, derribar prejuicios y abrir el agro a nuevas generaciones. El agro argentino ya no es solo un generador de alimentos: es un punto de conexión inteligente dentro de una economía sustentable, conectada y cada vez más inclusiva.

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