Bessent apuesta por el peso: ¿rescate o inversión estratégica?
El acuerdo entre Estados Unidos y Argentina, liderado por el secretario del Tesoro Scott Bessent y el ministro de Economía Luis Caputo, marca un punto de inflexión en la política monetaria y exterior del país.
El secretario del Tesoro de Estados Unidos confirmó un swap de USD 20.000 millones, la compra directa de pesos y la posible adquisición de bonos argentinos. La operación se inscribe en una lógica de competencia global, en la que Estados Unidos busca frenar el avance de China en América Latina.
En ese sentido, Argentina —que hasta la actualidad sigue dependiendo del swap con China— ahora también se convierte en un laboratorio de re dolarización regional. Bessent lo expresó con claridad:
“No es un rescate. Es comprar barato y vender caro.”
Y agregó:
“Las políticas argentinas, cuando se basan en la disciplina fiscal, son sólidas. Su banda cambiaria sigue siendo adecuada para su propósito.”
Sin embargo, desde mi punto de vista, estas declaraciones buscan generar confianza en el corto plazo, con el objetivo de que el gobierno argentino llegue con aire y menor volatilidad al tramo final del proceso electoral. El propósito es obtener un resultado que le permita ampliar la presencia de su fuerza política en el Congreso.
Desde la perspectiva del tipo de cambio, el peso argentino no está subvaluado; por el contrario, está sobrevalorado, lo que implica una apreciación cambiaria. Detrás de la narrativa oficial hay una estrategia de largo plazo para reposicionar al dólar como moneda de referencia regional y consolidar a Milei como socio político confiable.
En pocas palabras, el respaldo norteamericano no solo busca evitar una crisis inmediata, sino también reposicionar a Argentina como aliado estratégico en el hemisferio occidental.
Bessent sostiene que el esquema de bandas cambiarias sigue siendo adecuado para su propósito. Sin embargo, esto parece válido solo hasta el 27 de octubre. Es altamente probable que, a partir de esa fecha, se produzcan cambios sustanciales, ya que el actual esquema está agotado. Las intervenciones del Banco Central, la liquidación acelerada de exportaciones y la pérdida de reservas evidencian que el modelo vigente no es sostenible.
El swap con Estados Unidos ofrece liquidez, pero no resuelve los desequilibrios estructurales. El riesgo es que se utilice como un parche y no como un puente hacia una reforma monetaria profunda. Por eso, es fundamental aprovechar este impulso para rediseñar el esquema cambiario y monetario, de modo que Argentina pueda aumentar significativamente su nivel de exportaciones.
Para frenar la volatilidad, Caputo y Bessent negocian varias vías de auxilio:
Swap de USD 20.000 millones
Transferencia de Derechos Especiales de Giro (DEG)
Crédito stand-by con liquidez inmediata
Compra de bonos argentinos por parte de Estados Unidos, tanto en el mercado primario como secundario
Este último punto es fundamental. La señal de respaldo externo disparó el precio de los bonos soberanos, que venían en caída. El mercado interpreta que, con apoyo político y financiero de Washington, Argentina podría evitar una reestructuración y recuperar el acceso al crédito internacional.
Si el acuerdo se concreta en su totalidad, Argentina podría:
Reforzar reservas sin emitir deuda tradicional
Estabilizar el tipo de cambio con respaldo externo
Recuperar credibilidad en los mercados financieros
La pregunta que queda abierta es si este acuerdo representa el inicio de un nuevo modelo económico y geopolítico, o si es simplemente una excepción táctica para evitar una crisis. Sin reformas estructurales, el swap será solo oxígeno prestado. Pero si se aprovecha para rediseñar el sistema monetario y cambiario, Argentina podría salir del ciclo de parches y entrar en una etapa de estabilización real.
La visita de Milei al Despacho Oval será la consagración de una alianza que mezcla finanzas, diplomacia y estrategia monetaria.