Dólar, inflación y competitividad: la economía argentina post-electoral

La tensión entre la apreciación del peso que anticipa el Gobierno y el salto inflacionario que proyecta el FMI abre una dicotomía que puede redefinir el cierre de 2025. ¿Se fortalece el ITCRM o se debilita la balanza comercial?



La suba del dólar en la previa electoral volvió a instalar el riesgo de un salto inflacionario, justo cuando el Gobierno insiste en que el peso se apreciará tras las elecciones. Esta tensión entre expectativas oficiales y proyecciones del FMI configura una dicotomía que puede redefinir el cierre económico de 2025. El Fondo anticipa una inflación anual del 41%, muy por encima del 31% informado por el INDEC en septiembre. Para que esa proyección se cumpla, la inflación mensual debería acelerarse en noviembre y diciembre, con picos de hasta 9%. La hipótesis del FMI se basa en un posible salto cambiario post-electoral, que trasladaría parte de la presión del dólar a los precios.

El Tesoro logró renovar solo el 45% de los vencimientos de deuda en pesos, liberando una gran masa de liquidez. Esa inyección se volcó en parte al dólar, alimentando la dolarización anticipada de carteras. Sin embargo, también absorbió parte de la demanda de dinero en pesos, lo que permitió contener la suba de la tasa de interés en el corto plazo.

El Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral (ITCRM) al 21 de octubre se ubicó en 102,32, un valor que promedió en marzo de 2024. Este nivel sugiere una competitividad cambiaria razonable, pero si el peso se aprecia como sostiene el Gobierno, el ITCRM podría caer, afectando negativamente las exportaciones y favoreciendo las importaciones. Esto complicaría la acumulación de reservas, justo cuando el país necesita fortalecer su posición externa.



Por el contrario, si el dólar se dispara después de las elecciones —como anticipa el FMI— parte de ese movimiento se trasladará a precios. Y aunque el traslado a precios sea parcial, el ITCRM podría aumentar, mejorando la competitividad externa y favoreciendo la balanza comercial. En ese escenario, el encarecimiento de las importaciones y el impulso a las exportaciones podrían facilitar la acumulación de reservas y hacer más tangible el pago de la deuda externa en dólares.

El “Punto Anker”, la herramienta con la que el Gobierno busca redirigir el crédito hacia el sector privado y contener la inflación, no logró consolidarse en octubre. Las tasas de interés siguen en niveles elevados. La presión sobre el dólar persiste, y la intervención del Tesoro de EE.UU. mediante compras de pesos no logró revertir la tendencia.

El último trimestre del año será decisivo. Si el peso se aprecia, el Gobierno podrá mostrar una señal de confianza, pero a costa de competitividad externa. Si el dólar se dispara, la inflación se acelerará, pero el ITCRM podría mejorar, fortaleciendo el frente comercial. En ambos casos, el margen de maniobra es estrecho, y cualquier error de diagnóstico puede amplificar los desequilibrios. La economía argentina se mueve entre dos escenarios opuestos, y ninguno garantiza estabilidad. Lo que ocurra después de las elecciones no solo definirá el cierre de 2025, sino también las condiciones de partida para 2026.



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