Argentina y el oro: el impacto de la suba del metal en las reservas del Banco Central

Durante la gestión de Milei, el valor de las reservas en oro del BCRA se disparó más de USD 4.000 millones, no por decisión política, sino por el impulso internacional del metal como activo refugio.



La evolución del oro desde Bretton Woods hasta nuestros días revela cómo este metal ha sido utilizado por los países como ancla monetaria, refugio financiero y herramienta geopolítica. Desde los 35 dólares por onza fijados en 1944 hasta superar los USD 4.000 en 2025, el oro ha respondido a cada crisis global con una revalorización estratégica.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el sistema de Bretton Woods estableció un orden monetario internacional donde el dólar era convertible en oro, consolidando su rol como moneda de reserva. Sin embargo, en 1971, el presidente de Estrados Unidos Richard Nixon suspendió esa convertibilidad, dando inicio al mercado libre del oro. En menos de una década, el precio se disparó hasta los 850 dólares por onza, impulsado por la inflación, la crisis energética y las tensiones geopolíticas.

A mediados de la década de 1980, toda la década 1990 y principios del siglo 21 con la estabilización macroeconómica en Estados Unidos como resultado del control de la inflación y el endurecimiento de la política monetaria, el oro perdió atractivo. Por ende, su precio osciló en el rango de los 300 y 450 dólares por onza. En ese sentido, el mundo financiero durante este período giró hacia activos más líquidos y especulativos.

En paralelo, Argentina transitaba un camino muy distinto. A lo largo de décadas, enfrentó ciclos de endeudamiento, déficit fiscal crónico y apreciaciones cambiarias artificiales que derivaron en crisis recurrentes. La ausencia de una política de acumulación de reservas en oro dejó al país vulnerable frente a shocks externos y sin capacidad de maniobra.

Con el nuevo milenio, las crisis financieras globales, los conflictos bélicos y la depreciación del dólar reactivaron el interés por el oro. En 2011, alcanzó un récord de 1.922 dólares por onza tras la crisis subprime y la expansión monetaria de los bancos centrales. Aunque luego corrigió a niveles entre los 1.200 y 1.300 dólares entre 2012 y 2018, mantuvo su rol como activo estratégico en carteras institucionales y reservas soberanas.

Sin embargo, la pandemia del COVID-19 despertó nuevamente al valor del oro, creciendo sostenidamente hasta la actualidad. 

Paradójicamente, en 2025, las reservas internacionales del Banco Central de la República Argentina aumentaron más de 4.000 millones de dólares respecto a Diciembre de 2023, no por una decisión deliberada, sino como efecto colateral de la suba internacional del precio del oro. Las tenencias actuales por 1.984,96 onzas troy, se valoran en más de 8.100 millones de dólares. En pocas palabras, el mercado del oro ayudó a lo Argentina en algo que la política económica no pudo anticipar, o sea, suerte. 

Lamentablemente, en un contexto económico y financiero volátil, la  Argentina no ha logrado aprovechar los ciclos alcistas del oro para blindar su economía. La dependencia de SWAP de monedas, como el vigente con China, han funcionado más para financiar las importaciones del mencionado país. En la actualidad, se ha anunciado un nuevo SWAP de monedas con Estados Unidos como estabilizador cambiario. Lo que deja en evidencia que las apreciaciones cambiarias en Argentina han generado la dependencia de exportaciones de materias primas sin mucho valor agregado limitando su capacidad de acumular reservas internacionales dado los niveles de importaciones y el costo del financiamiento externo.

¿Qué habría pasado si Argentina apostaba al oro?

Si en 2019 Argentina hubiese invertido gran parte de sus reservas internacionales en oro, hoy tendría, al menos más de 200.000 millones de dólares, triplicando su patrimonio. Esta decisión habría permitido:

  • Fortalecer las reservas internacionales del Banco Central.

  • No haber caído en default en el 2020

  • Acceder a financiamiento externo a tasas bajas.

  • Ganar credibilidad internacional con respaldo tangible.


Pero también habría exigido una política de largo plazo, estabilidad institucional y visión estratégica, independientemente del partido político de turno. Elementos que, hasta ahora, no han sido parte de la dirigencia política y económica de la Argentina.
Mientras el mundo redibuja el mapa financiero con el oro como eje principal, Argentina sigue buscando un rumbo. Tal vez sea la hora de mirar al metal que nunca ha dejado de brillar.

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