Argentina en alerta: el FMI proyecta inflación del 41% y crecimiento del 4,5%
Las estimaciones del Fondo Monetario Internacional anticipan un fuerte repunte inflacionario en los últimos meses del año, mientras los indicadores mayoristas y de construcción confirman la presión sobre los precios.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha actualizado sus proyecciones económicas para Argentina, generando inquietud en los mercados. Según el organismo, la inflación anual alcanzaría el 41%, mientras que el Producto Bruto Interno (PBI) crecería un 4,5% en 2025.
Estas cifras contrastan con los datos del INDEC, que muestran que la inflación mensual de septiembre fue del 2,1%, con una acumulada interanual del 31%. La diferencia se explica por la expectativa del FMI de un salto inflacionario en los últimos meses del año, especialmente tras las elecciones legislativas.
El FMI estima que la inflación mensual deberá acelerarse para alcanzar el 41% anual. Ahora bien, el punto importante de este dato es que va en contra del objetivo del equipo económico en su lucha contra la inflación. Bajo el supuesto de que el mes de octubre cierre con una inflación mensual entre un 2,5% y 3% —datos que, según mi estimación, son altamente probables que sucedan, dado que las variaciones de precios hasta el momento de escribir este análisis van en ese sentido—, por ende, los meses de noviembre y diciembre deberían acelerar el proceso inflacionario.
Según simulaciones propias, para que se cumpla la proyección del FMI, la inflación de noviembre y diciembre debe promediar un 6% mensual. En escenarios más extremos, se proyecta un pico del 9% en noviembre y un 3% en diciembre, como resultado de un posible salto cambiario post-electoral.
Los datos del Índice de Precios Internos al por Mayor (IPIM) refuerzan la preocupación dado que la inflación mayorista fue del 3,7% en septiembre, superior a la minorista. Este aumento fue impulsado principalmente por los productos importados, que registraron una variación mensual del 9%, mientras que los productos nacionales subieron un 3,3%.
En paralelo, el costo de la construcción también mostró una suba significativa, con una variación mensual del 3,2%. Estos indicadores sugieren que la presión inflacionaria se está extendiendo a distintos sectores de la economía, más allá del consumo minorista.
El dólar continúa presionando el techo de la banda cambiaria, mientras el Tesoro de Estados Unidos interviene en el mercado mediante compras de pesos y operaciones de contado con liquidación. A pesar de estos esfuerzos, la presión dolarizadora se mantiene.
En Argentina, el Tesoro logró renovar solo el 45% de los vencimientos de deuda en pesos, liberando una gran masa de dinero. Esta inyección busca calmar el alza de las tasas de interés, que superan el 100% en operaciones de corto plazo. Sin embargo, también podría presionar al alza al dólar, que se aproxima a los 1500 pesos.
El equipo económico apuesta al “punto Anker”, un mecanismo por el cual se incrementa la demanda de dinero y los bancos prefieren financiar al sector privado en lugar de financiar al sector público. Esto debería ayudar a bajar las tasas y la inflación, pero en octubre no parece estar funcionando.
Las proyecciones del FMI, sumadas a los datos de inflación mayorista y el costo de la construcción, configuran un escenario económico desafiante para Argentina en el cierre de 2025. Si bien la inflación minorista de septiembre se mantuvo contenida, los aumentos en precios mayoristas e insumos importados anticipan una presión creciente sobre el nivel general de precios.
La posibilidad de un salto cambiario tras las elecciones legislativas, junto con la liberación de pesos por parte del Tesoro y la persistente presión sobre el dólar, refuerzan la hipótesis de una aceleración inflacionaria. En este contexto, el “punto Anker” —en su tesis para estabilizar tasas e inflación— no logra consolidarse, dejando al equipo económico con pocas herramientas efectivas en el corto plazo.
El último trimestre del año será fundamental porque si las expectativas del FMI se cumplen, Argentina podría cerrar 2025 con una inflación significativamente superior a la prevista por los organismos locales, lo que obligaría a replantear estrategias monetarias y fiscales de cara al próximo año.