Latinoamérica vs. las Superpotencias: ¿Cómo competir con China y EE.UU.?
Latinoamérica crece lento, pero ¿Qué necesita para desafiar el dominio económico de las superpotencias?
Las economías latinoamericanas tienen un crecimiento sostenido, pero todavía están lejos de alcanzar los niveles de las dos principales potencias mundiales. China y Estados Unidos lideran y marcan el pulso de la economía mundial. En este contexto, la pregunta que surge es: ¿Qué pueden hacer las potencias latinas para alterar el orden económico global?
Como primera medida, hay que recurrir a los datos empíricos, y poder observar la evolución de distintas variables de estos países y ver que tipo de políticas tomaron durante los últimos 50 años y comparar. En la primer parte del análisis vamos a observar la evolución del PIB de China, Estados Unidos, Brasil y México.
Se puede apreciar que el PIB de Estados Unidos en la segunda parte del siglo XX era muy elevado y superior al de China, el cual estaba a la par de las potencias latinas. Ahora bien, a finales del siglo pasado y a partir del siglo XXI, el PIB de China se despega de las potencias latinas debido a que el crecimiento del mismo se da a una velocidad mayor.
La magnitud del crecimiento de China, es tan grande, que logra ser una potencia mundial a la par de Estados Unidos. En consecuencia, crece la diferencia entre los PIB de las dos potencias mundiales, incrementándose notablemente su nivel de riqueza respecto de las dos potencias económicas más importantes de América Latina, que son Brasil y México.
Ahora bien, para poder hacer una comparación más realista de los PIB, hay que marcar dos puntos muy importantes para el análisis. Por un lado, tenemos a los servicios no transables, los cuales son más baratos en los países más pobres que en los países más ricos, por ejemplo, el corte de pelo es más barato en las peluquerías de Argentina y México que en Estados Unidos. Por otro lado, están los bienes transables, cuyos valores tienden a ser el mismo, independientemente de la riqueza del país, como por ejemplo un lingote de oro.
Por lo tanto, el PIB en los países ricos esta sobrevalorado y el PIB de los países pobres está subvalorado. Entonces para subsanar dichos efectos, se puede medir el PIB en paridad de poder adquisitivo (PPA).
Esto es muy útil, porque me interesa saber cuánto realmente puede comprar la gente con su dinero en cada país y me ayuda a comparar de forma más justa el nivel de vida y el tamaño real de las economías.
Uno de los factores más decisivos en la diferencia de resultados entre China y las potencias latinas fue la manera en que cada país manejaron su tipo de cambio. China lo utilizó como una herramienta estratégica para impulsar su desarrollo económico. Mantuvo su moneda deliberadamente subvaluada durante años, es decir un tipo de cambio muy alto, lo que permitió que sus productos fueran más competitivos en los mercados internacionales. Esta política favoreció el crecimiento de sus exportaciones, fortaleció su industria nacional y generó una acumulación sostenida de ingresos por comercio exterior.
La subvaluación del tipo de cambio no fue una medida aislada, sino parte de una política económica coherente que buscaba acelerar la productividad, fomentar la innovación y posicionar a China como un actor principal en la economía global. Esta estrategia permitió sostener un ritmo de crecimiento elevado durante décadas, incluso en contextos de inflación moderada, porque el objetivo principal era mantener el dinamismo económico.
México y Brasil, por el contrario, adoptaron una política cambiaria centrada en la estabilidad de precios. Utilizaron el tipo de cambio como una especie de freno para la inflación, lo que llevó a una sobrevaluación persistente de su moneda. Las sobrevaluación del tipo de cambio, es decir, la apreciación del tipo de cambio, encarecieron los productos de las potencias latinas, tanto en el exterior como en el mercado local, debilitando la competitividad de sus exportaciones y favoreció el ingreso de productos importados, afectando a la industria local.
Mientras China convirtió el tipo de cambio en una palanca de desarrollo, las potencias latinas lo trataron como un instrumento de control, lo que limitó su capacidad de crecimiento.
Otro de los factores más determinantes en la divergencia de resultados entre China y las principales economías latinoamericanas ha sido la proporción del PIB destinada a la inversión en Investigación y Desarrollo (I+D). Estados Unidos, por ejemplo, consolidó su liderazgo global durante el siglo XX gracias a una política sostenida de fuerte inversión en innovación tecnológica.
China, reconociendo el impacto de esta estrategia, incorporó a fines del siglo pasado una política dual: por un lado, mantuvo un tipo de cambio alto que favoreció sus exportaciones; por otro, incrementó progresivamente su inversión en I+D. Esta combinación permitió diversificar sus mercados, aumentar la productividad y fortalecer su industria nacional, generando una acumulación sostenida de ingresos por comercio exterior.
En contraste, países como México y Brasil adoptaron políticas cambiarias orientadas a la estabilidad de precios, lo que derivó en una sobrevaluación de sus monedas. Al mismo tiempo, destinaron porcentajes significativamente menores del PIB a la inversión en I+D. Esta falta de inversión estratégica limitó su capacidad de innovación en sectores claves del desarrollo económico del siglo XXI y restringió su potencial para generar valor agregado.
Mientras China y Estados Unidos convirtieron la inversión en I+D en pilares de sus economías, las potencias latinoamericanas la trataron como un gasto, lo que contribuyó a mantenerlas en un estado de estancamiento relativo. La combinación de baja inversión en innovación y políticas cambiarias poco competitivas tuvo consecuencias profundas en su desempeño económico.
Para que los países latinoamericanos puedan dar un salto cualitativo en su desarrollo, es necesario ajustar estas variables: aumentar la inversión en I+D, adoptar tipos de cambio más competitivos, promover una gestión pública basada en la meritocracia y avanzar hacia una integración regional que intensifique el comercio intra regional. Si América Latina lograra posicionarse como un bloque regional con capacidad real de incidir en el orden económico global entonces pudría mejorar, sustancialmente, la calidad de vida de sus habitantes.
Las economías latinoamericanas tienen un crecimiento sostenido, pero todavía están lejos de alcanzar los niveles de las dos principales potencias mundiales. China y Estados Unidos lideran y marcan el pulso de la economía mundial. En este contexto, la pregunta que surge es: ¿Qué pueden hacer las potencias latinas para alterar el orden económico global?
Como primera medida, hay que recurrir a los datos empíricos, y poder observar la evolución de distintas variables de estos países y ver que tipo de políticas tomaron durante los últimos 50 años y comparar. En la primer parte del análisis vamos a observar la evolución del PIB de China, Estados Unidos, Brasil y México.
Se puede apreciar que el PIB de Estados Unidos en la segunda parte del siglo XX era muy elevado y superior al de China, el cual estaba a la par de las potencias latinas. Ahora bien, a finales del siglo pasado y a partir del siglo XXI, el PIB de China se despega de las potencias latinas debido a que el crecimiento del mismo se da a una velocidad mayor.
La magnitud del crecimiento de China, es tan grande, que logra ser una potencia mundial a la par de Estados Unidos. En consecuencia, crece la diferencia entre los PIB de las dos potencias mundiales, incrementándose notablemente su nivel de riqueza respecto de las dos potencias económicas más importantes de América Latina, que son Brasil y México.
Ahora bien, para poder hacer una comparación más realista de los PIB, hay que marcar dos puntos muy importantes para el análisis. Por un lado, tenemos a los servicios no transables, los cuales son más baratos en los países más pobres que en los países más ricos, por ejemplo, el corte de pelo es más barato en las peluquerías de Argentina y México que en Estados Unidos. Por otro lado, están los bienes transables, cuyos valores tienden a ser el mismo, independientemente de la riqueza del país, como por ejemplo un lingote de oro.
Por lo tanto, el PIB en los países ricos esta sobrevalorado y el PIB de los países pobres está subvalorado. Entonces para subsanar dichos efectos, se puede medir el PIB en paridad de poder adquisitivo (PPA).
Esto es muy útil, porque me interesa saber cuánto realmente puede comprar la gente con su dinero en cada país y me ayuda a comparar de forma más justa el nivel de vida y el tamaño real de las economías.
Uno de los factores más decisivos en la diferencia de resultados entre China y las potencias latinas fue la manera en que cada país manejaron su tipo de cambio. China lo utilizó como una herramienta estratégica para impulsar su desarrollo económico. Mantuvo su moneda deliberadamente subvaluada durante años, es decir un tipo de cambio muy alto, lo que permitió que sus productos fueran más competitivos en los mercados internacionales. Esta política favoreció el crecimiento de sus exportaciones, fortaleció su industria nacional y generó una acumulación sostenida de ingresos por comercio exterior.
La subvaluación del tipo de cambio no fue una medida aislada, sino parte de una política económica coherente que buscaba acelerar la productividad, fomentar la innovación y posicionar a China como un actor principal en la economía global. Esta estrategia permitió sostener un ritmo de crecimiento elevado durante décadas, incluso en contextos de inflación moderada, porque el objetivo principal era mantener el dinamismo económico.
México y Brasil, por el contrario, adoptaron una política cambiaria centrada en la estabilidad de precios. Utilizaron el tipo de cambio como una especie de freno para la inflación, lo que llevó a una sobrevaluación persistente de su moneda. Las sobrevaluación del tipo de cambio, es decir, la apreciación del tipo de cambio, encarecieron los productos de las potencias latinas, tanto en el exterior como en el mercado local, debilitando la competitividad de sus exportaciones y favoreció el ingreso de productos importados, afectando a la industria local.
Mientras China convirtió el tipo de cambio en una palanca de desarrollo, las potencias latinas lo trataron como un instrumento de control, lo que limitó su capacidad de crecimiento.
Otro de los factores más determinantes en la divergencia de resultados entre China y las principales economías latinoamericanas ha sido la proporción del PIB destinada a la inversión en Investigación y Desarrollo (I+D). Estados Unidos, por ejemplo, consolidó su liderazgo global durante el siglo XX gracias a una política sostenida de fuerte inversión en innovación tecnológica.
China, reconociendo el impacto de esta estrategia, incorporó a fines del siglo pasado una política dual: por un lado, mantuvo un tipo de cambio alto que favoreció sus exportaciones; por otro, incrementó progresivamente su inversión en I+D. Esta combinación permitió diversificar sus mercados, aumentar la productividad y fortalecer su industria nacional, generando una acumulación sostenida de ingresos por comercio exterior.
En contraste, países como México y Brasil adoptaron políticas cambiarias orientadas a la estabilidad de precios, lo que derivó en una sobrevaluación de sus monedas. Al mismo tiempo, destinaron porcentajes significativamente menores del PIB a la inversión en I+D. Esta falta de inversión estratégica limitó su capacidad de innovación en sectores claves del desarrollo económico del siglo XXI y restringió su potencial para generar valor agregado.
Mientras China y Estados Unidos convirtieron la inversión en I+D en pilares de sus economías, las potencias latinoamericanas la trataron como un gasto, lo que contribuyó a mantenerlas en un estado de estancamiento relativo. La combinación de baja inversión en innovación y políticas cambiarias poco competitivas tuvo consecuencias profundas en su desempeño económico.
Para que los países latinoamericanos puedan dar un salto cualitativo en su desarrollo, es necesario ajustar estas variables: aumentar la inversión en I+D, adoptar tipos de cambio más competitivos, promover una gestión pública basada en la meritocracia y avanzar hacia una integración regional que intensifique el comercio intra regional. Si América Latina lograra posicionarse como un bloque regional con capacidad real de incidir en el orden económico global entonces pudría mejorar, sustancialmente, la calidad de vida de sus habitantes.